Estimado señor George R. R. Martin.




Nota: En el siguiente texto se destripan dos momentos importantes de la trama. No leer en caso de no haber terminado ya con Danza de dragones o, en su defecto, haber empezado este.


Ante todo quiero presentarle mis respetos y decirle que admiro profundamente su trabajo. No sé si pecaré aquí de ignorante en este aspecto, pero creo que su obra más conocida hasta el momento es la saga bautizada como Canción de hielo y fuego. Por desgracia para mí, además de su impresionante serie de novelas río, tan solo he tenido el placer de leer su relato breve que lleva por título El caballero errante. Magníficos textos, he de decir, pero, como podrá imaginar y comprobar más adelante, esta misiva no ha nacido de una necesidad imperiosa de bañarlo en halagos.


No soy una de esas personas, admito, que por suerte ya se maravillaba con los lugares y gentes de Poniente mucho antes de la emisión de la serie de HBO basada en su Canción. Mi caso es el mismo que el de un gran número de nuevos seguidores surgidos a raíz del poder e influencia directa de la imagen: el descubrimiento de sus novelas gracias a un espectáculo televisivo que, dicho sea de paso, a nuestra España en casi constante decadencia llegó, como todo lo demás salvo el Chupa Chups, algo tarde y por la puerta de atrás. El caso es que salvados los primeros obstáculos, por otra parte insignificantes teniendo en cuenta la envergadura mercadotécnica a su disposición, o a la disposición de todos aquellos que trabajan para usted, me acerqué con decisión y buena voluntad al primer volumen, titulado, de manera muy acertada, Juego de tronos.


Como en alguna otra cara del espejo del día a día de mi vida, llevada por los pelos en ocasiones, también hay que decirlo, en lo que a literatura digna de admirar respecta soy un coleccionista; y no digo esto sin motivo, señor Martin, así que ruego, por favor, siga leyendo. Uno de esos obstáculos a los que me refería en el párrafo anterior, el primero con el que me topé antes siquiera de hacerme con el preciado libro, es un tema muy serio a tratar con la editorial encargada de distribuir en este rincón del planeta su compleja red de traiciones, amores, guerras y choques ficticios: el precio. No es de ley, aunque sí de juzgado de guardia, que una edición en tapa dura de la tumba de Lord Eddard Stark tenga un costo de treinta y cinco euros contantes y sonantes. Y ahora da la casualidad, correctamente si meditamos sobre el desembolso realizado, de que a dicha edición la llaman “de coleccionista”. Sé que a usted el asunto le puede dar más igual que menos, pero, como no es que aquí nos sobre el dinero desde hace unos años, pues se veía venir, deseo hacérselo saber. Y paso al siguiente punto, claro, sin querer entrar al tema de los cuarenta y cuatro euros que se cobran en la actualidad por una copia de Danza de dragones.


Le iba diciendo, antes de caerme por el mismo agujero por el que caen los euros, que había logrado poner mis manos encima de la primera parte de tan hermosa obra de arte. A medida que mis ojos iban devorando las páginas, una tras otra y a bastante velocidad, mi respeto por usted crecía y crecía hasta adquirir mayor relevancia para mí que para Cersei el trono de hierro; y este no es un hecho para nada baladí, pues me tengo por persona de gustos claros y opinión descarnada. Pasa que al igual que el precio, a todas luces asignado para calibrar el aguante de su legión de fanes ante el sangrado monetario, hay un par de puntos con los que no estoy demasiado contento.


Ahora, después de finalizar la lectura del último de sus libros publicado en España, considero su prosa escritura muy cuidada, ejercicio calculado y talentoso del noble arte de narrar. Pero esto, muy apreciado señor Martin, no quita que quiera compartir con usted que en ocasiones, y tras tantas y tantas palabras, tengo la impresión de que la única novela con un estilo más asertivo que el mostrado por su pluma, o sus teclas, es Los juegos del hambre; la trilogía, se entiende. Esto hace que no pueda compartir las sensaciones experimentadas por la gran mayoría de sus seguidores cuando leen un mordaz comentario de Tyrion, pues entendiendo, eso sí, que en los capítulos dedicados a dicho personaje pretende provocar la carcajada en ocasiones. Sea por mi falta de entendederas o por cualquier otro motivo, la única sonrisa que recuerdo asomar a mis labios al leerle coincidió con el, por mí, esperado momento de la muerte de Joffrey. Queda claro, por tanto, que en lo referente a este punto esperaba algo más; quizás más fuerza, más chispa, más pasión, más sangre en las venas.


Lo siguiente que me gustaría comentarle, y esto a pesar de la posibilidad de que lluevan piedras sobre mi tejado o, más bien, sobre mi cabeza, es la aparente falta de peso de los dos últimos libros de la serie: Festín de cuervos y Danza de dragones. Dichos tomos, si me permite decirlo, me han parecido bastante prescindibles en comparación con el excelente trío que encabeza la serie, a la altura, fíjese en lo que le digo, del mismísimo trío protagonista de Uno de los nuestros. Quiero decir con esto, y siempre desde el respeto, que los hechos acaecidos en esas dos mil y pico páginas bien podrían haberse saldado en setecientas cincuenta. De ese modo, cosa digna y de mucha enjundia, mi psique no se habría visto tan afectada al ser testigo de tan frustrante desarrollo de personaje como es el de Daenerys Targaryen, Daenerys de la Tormenta, La Que No Arde, Madre de Dragones y Khaleesi para todos.


Y ya solo queda despedirme de usted, tejedor de brillantes e inteligentes tramas, padre de singulares y complicados caracteres, dejando que actúe como fiable testigo de mi declaración de la ferviente admiración que profeso hacia su persona y obra; aunque en  los puntos que he expuesto, como en muchas otras cosas, no todos estemos de acuerdo.


Nota: Espero que ninguno de vosotros se enfade por esta opinión personal que nada entre lo formal y lo humorístico. 


¡Nos leemos!


3 comentarios:

  1. Bueno, está bastante claro que un señor que sin haber escrito (dicen) los dos últimos tomos de su heptalogía ya es capaz de decir el número de páginas que van a tener (uno de ellos, afinó, entre 1500 y 1700, tiene que flojear en algún momento.
    A mi me parecen libros muy entretenidos, dudo que sean recordados como lo es El señor de los anillos, pero con todo, mucha gente se ha acercado a ellos. De todos modos.... no me caen bien los Stark, con lo cual mi opinión suele ir un poco por libre.
    Buena crítica

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  2. Gracias por comentar, Mientrasleo.

    Mmm, ¿tú crees? Supongo que de la misma manera no será recordado, pero bueno, pienso que ha dado el gran impulso que la literatura fantástica parecía necesitar desde hace un tiempo, eso sí. Cierto es que esta renovación no deja de ser una vuelta de tuerca histórica y con sangre de culebrón... pero ahí la tenemos. :)

    Yo tengo aversión a los Targaryen, en general, jeje.

    Un saludo.

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